Pase rojo o pase amarillo?
Cuando se trata de festivales y de cualquier festividad donde acuden famosos y oportunistas hermosos, siempre hay demasiada gente. Para el 12vo Festival de Cine de Lima, no fue la excepción.
Estaba a puertas del cine Metro y debía esperar a mi amigo, quién traía nuestras invitaciones. Mientras tanto, Sergio Galliani, Melania Urbina, Lucho Llosa y otros tantos que nunca me acuerdo o no conozco su trabajo, empezaban a llegar. Había demasiada gente y la prensa los trataba como lo que no eran: dioses.
A la media hora de espera, llegó mi amigo. Cuando nos disponíamos a entrar, seguridad nos preguntó si tenemos pase amarillo o rojo. "Ninguno", dijo mi amigo. "Estamos en la lista de invitados". El guardia preguntó nombres, revisó la lista, lo dejó pasar a él y su esposa. Me preguntó mi nombre y no estoy en la lista. "Búsquelo como Montenegro, ella debía veir con nosotros", dijo mi amigo. "Vamos a estar adivinando?" argumentó con sarcasmo el guardia, y cerró la lista de invitados. Me miró y abrió el cinturón de seguridad. "Por favor, salga de la fila", me dijo, y me deja fuera. Mi amigo se desespera.
LLega el Intocable
Me quedé afuera. La invitación no estaba a mi nombre, sino al de mi acompañante, que no había ido. Estaba lloviendo. Estaba hecho un perdedor, pero menos mal tenía un amigo que luchaba por mí.
Los artistas, directores y guionistas seguían llegando justamente a pocos pasos de donde estaba yo, pegado a la entrada. En eso, mientras mi amigo se desesperaba por conseguirme el pase y solucionar el asunto, la gente que asistía como espectadora seguía entrando. Me daba pena que yo no pudiera entrar, pero más pena que mi amigo no pudiera conseguir asiento adentro. Pero él no desistía en su intento por solucionar mi asunto. Yo estaría dentro como sea.
En esas angustias se detuvo un Audi, se abrió la puerta, salió una mujer que inmediatamente despertó mi curiosidad, y luego salió mi curiosidad vestida de Armani, más cerca de mí que nunca, y a la vez tan lejos como siempre: Mario Vargas Llosa (MVLL), sin mirar a nadie pero sonriendo a todos, rodeado por todos, periodistas encima, flashes, preguntas, guardaespaldas haciendo camino entre la muchedumbre. Había llegado el escritor, el presidente del jurado del festival de cine, el dios inca.
Una imagen vale más que mil palabras
Cansado de esperar, apenado con mi amigo y aprovechando que después de la llegada de MVLL todos estaba más calmo, me acerqué al guardia y le insistí que buscara Montenegro. Lo encontró, llamé a mi amigo, me dejaron pasar y entré a la sala repleta, no sin antes maldecir a aquel guardia intransigente. "Ya veremos quién tiene potestad sobre quién de aquí a unos años", pensé. Eso ya se verá. Mientras tanto, valía la pena deleitarse con la variedad de anfitrionas, todas ellas al escoger, pero eso sí, lamentablemente solo para mirar.
La ceremonia estuvo entretenida y muy bien organizada. Los cortometrajes que aperturaron el festival eran bastante explícitos respecto al slogan del festival, lo más sabroso de latinoamérica, que así se dejó entender muy bien. Se dieron los discursos de rigor, apareció la banda musical La Sarita, cuyos danzantes de tijeras bailan siempre una mezcla de rock andino. Aplausos, aplausos, yo de pie porque todo estaba repleto, las piernas me dolían horrores, aplausos, aplausos. Luego el homenaje a Vargas Llosa, sus fotos de juventud, su manía de escribir plasmada en cada imagen. Bien por ti, Mario, no más no seas tan sobrado, me digo. Aparecen imágenes de escritores, directores y actores notables de lationamérica, luego más Vargas Llosa, luego la belleza colombiana Angie Cepeda alabando a Vargas Llosa e incitándolo a decir unas palabras. Momento de emoción: la gente se levanta y, de pie, lo aplaude como cinco minutos. Otro momento de emóción: habla el canoso y dice que nunca sintió tanta felicidad, pues sentía que no hay mayor recompensa que ser reconocido en la patria. Termina de hablar y la gente lo aplaude de nuevo. Lástima que te hayan tenido que aplaudir antes afuera para que te puedan aplaudir así aquí y ahora, digo. Y que bueno que alrededor de mí me escucharon.
La zona
Pasan los participantes y la gente se emociona cuando aparecen los concursantes de Perú, sobre todo con Josué Méndez y su película Dioses.
Se apertura el festival con la película La zona (país: México. Director: Rodrigo Plá. Año: 2007), un filme crudo y trillado sobre las diferencias sociales en México. Cuenta la historia de una sociedad de sueños detrás de un muro, donde todos son felices, ricos, y donde se imponen las leyes según la disposición económica y social. Al otro lado del muro, está México de hambre y robos, de sexo equívoco y sufrimiento. La trama se inicia una noche cuando ambos mundos se comunican por un descuido del azar, originando una serie de sucesos que desencadenan cuestionamientos sobre la misma condición de la existencia humana. Ahora, si la forma de desencadenar estos cuestionamientos hubiera sido un poquito menos evidente, considero que el filme resultaría mejor.
Se acabó la película, la gente aplaudió, no se podía caminar por los pasillos. Salimos, llovía. Pistas mojadas, taxis imposibles de coger, precios por las nubes. Algunos actores caminan hacia Colmena, otros suben a sus carrazos, otros se van al Queirolo. Es jueves, viernes chico, quiero ir al Queirolo también, pero las monedas que suenan en mis bolsillos que dicen que el único lugar al que puedo ir es a casa.